Para que alguien pueda contar tiene que haber quien quiera escuchar.

Esmeralda dice que cuando era niña nunca estaba en casa a la hora de la comida. La tenían que buscar y siempre la encontraban en casa de alguna vieja, de esas que saben de contar y de silencios. Al amor de la lumbre, olor a castañas asadas y envueltas en una hoja de berza para que no se endurezcan.Después aprendió que contar es un acto colectivo, en el que participa quien cuenta y quienes escuchan.

En las fotos podemos verla en el espectáculo Mascaradas, creado con estructura de cuento tradicional desde el recuerdo que la narradora tiene de los Carochos de Riofrio, que cada 1 de enero pueblan las calles de Riofrío de Aliste.En el espectáculo Cuentos de Lana, cuyo escenario fue una corrala de Tozalfreno en Riofrío,  se mezcla la narracion oral con los utensilios y trabajos relacionados con la preparación de la lana. No podía faltar en esta representación su tía Tomasa que con 93 años conserva la destreza de las hilanderas que aprendieron a hilar antes que a escribir y a guardar historias contadas en los tejidos de paño.

 
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